viernes, enero 04, 2008

Fragmentos para contemplar tus manos hechas de cabellos que protegen al mundo

(La Masía, Joan Miró, 1921-1922)



viento, amárranos
tiempo, detente muchos años.
Caifanes



Es martes, llueve y no he erigido ninguna torre que me conduzca a los templos de la locura. Si he de huir que sea bajo el grave reposo de tus sombras. En compañía de tu regreso. Las luces de la calle llaman a mi puerta. No quiero oírlos. Apago la flama de mi cabellera que inunda el cuarto de tinieblas monstruosas, abominables. La música en las figuras de tu retrato han terminado por adormecer mis manos. He cerrado todos los libros. Viene a mí desde lejos el recuento misterioso de todos los nombres. Las voces de las aves se convierten en historias que evocan tu presencia: un canto como un camino de piedras que sangra, un himno apuñalado refugiado en mi pecho. Voy a imaginar un milagro la noche entera. Un oscuro amanecer que no llega será la palabra prohibida.

Me han robado las formas primarias del lenguaje, el grito de las palabras se ha convertido en un juego amoroso.


***

Entonces comencé a recordar:

“Pero debo aceptar que ya es muy tarde...
...huye de mí, vete muy lejos, a donde no pueda alcanzarte mi desdicha.”

***


Aún podía ver en tus ojos la agradable nostalgia de la noche cautiva que ya comienza a despedirse.

Pero estás aquí todavía, presente, prisionera del viento. Tengo la certeza de que también buscas un cuerpo, unos abrazos.

Tu cuerpo en otoño florece al ritmo de las hojas secas que el viento esparce como mis cabellos sobre la superficie de la tierra. Y voy a aceptar esta derrota con la misma capacidad con la que aceptan el último vuelo los pájaros suicidas.


***


No hay un campo de sables que bailan detrás de las flores. Sólo pequeñas constelaciones de frutos salvajes naciendo a la noche.