martes, julio 03, 2007

Canto primero

La venus dormida, Paul Delvaux, 1944


Allí donde se aviva y crece y comienza a girar la rosa obscena del poema.
Saint-John Perse


Tu voz, que no me alcanza esta noche,
no me alcanzará jamás.

Y mi canto de luces mandrágoras
de pájaros violentos, tampoco te alcanza.

Sólo tu aliento se confunde en mi canto,
tu aliento que guarda en mi cuerpo
los ojos voraces de la rueda mágica.

Y tus lágrimas de pantano
que se mezclan con los días que la lluvia eligió
para lavar mis nombres, mis edades,
el filo sangrante de la espada.

Mi canto: la flama que enciende
la rosa desnuda de la carne,
la obscena contemplación de la ternura.

Mi canto: el corazón fálico de dios
y de sus madres serenas
que cubren el metal de sus manos
con furia y deseo.